A partir de un texto de José Cristo Rey García Paredes, ¿”PROBLEMAS QUE RESOLVER O MILAGROS QUE ABRAZAR”? Ante el pesimismo espiritual, comunitario e institucional. (http://www.xtorey.es/?p=2539).
ACTIVIDAD
FORMATO KEYNOTE (Pinchar la imagen)
FORMATO POWER POINT (Pinchar la imagen)
FORMATO PDF (Pinchar la imagen)
En versión PDF, los vídeos no están incrustado en la presentación. Se pueden ver y descargar abajo.
REFLEXIÓN
MODELO DEL DEFICIT
Cuando queremos hacer el proyecto comunitario y analizamos cómo va la comunidad, ¿cómo empezamos? Muchas veces partimos de las deficiencias y de los problemas: problemas personales, espirituales, de vida fraterna, apostólicos, organizativos… Ponemos nuestra atención en aquello que está equivocado o roto. Y como aquello que indagamos son problemas, problemas es lo que encontramos. Además cuando sólo vemos problemas, también nosotros somos parte del problema. Y cuando sólo vemos problemas irresolubles, nosotros somos quienes no tenemos solución. Con esto se asume que una persona en camino espiritual, una comunidad, una institución, una obra de misión es, ante todo, una realidad problemática. En cambio, a lo que no causa problemas, apenas se le presta atención.
Tras la descripción de esos problemas, nos detenemos en analizar sus causas y buscamos resolverlos. Suponemos que está en nuestras manos arreglarlo todo y que cada problema tiene su solución. Marcamos unos objetivos, un plan de acción, un calendario…
MODELO DEL APRECIO
El primer requisito para este nuevo modelo es cambiar nuestra mirada: de una mirada despreciativa –hacia lo que está o funcional mal-, a una mirada apreciativa –hacia aquello que está y funciona muy bien. Para una mirada apreciativa el yo, la comunidad, la organización son expresiones de belleza y de espíritu. Cuando abrazamos el milagro que somos cada uno de nosotros, que es nuestra comunidad, que somos todos los que formamos parte de una organización, entonces lo acogemos todo con una mirada de aprecio. Nos mostramos abiertos a dialogar con todos y todo; a recuperar lo mejor de nuestro pasado, a poner en acción todos nuestros recursos e implicar a todas las personas –a quienes les afecta- en el cambio; a construir una visión para el futuro que podemos compartir y en la cual podemos colaborar todos.
No debe detenerse demasiado en leer y estudiar el diagnóstico de sus enfermedades, sino en acoger la Gracia superabundante que se le ofrece. Una organización se renueva, cambia y se activa cuando todas las personas que la constituyen, en lugar de centrar la mirada en todo aquello que está enfermo o muere, acogen el Espíritu que les lleva a compartir memorias positivas y sueños aparentemente imposibles, que llevan a lo imprevisible.
¿No deberíamos indagar, más bien, aquello que da vida a los sistemas humanos? ¿No deberíamos preguntarnos cuáles son esas fuentes vitales en nosotros mismos, en las comunidades y en las organizaciones, en el mundo al que somos enviados? Y a partir de ahí, ¿no podríamos visualizar un futuro mejor de relaciones positivas con nosotros mismos, con los demás, en nuestras organizaciones?